La leyenda de Sant Jordi cuenta la historia de un heroico caballero, un monstruoso dragón y una princesa.
El dragón que aterrorizaba a los vecinos de un pueblecito de la Conca de Barberà. Sin otra solución, para evitar los ataques de la bestia, decidieron darle dos ovejas a diario para apaciguar su hambre.
Cuando terminaron con las ovejas, las vacas, bueyes y todos los animales que tenían, el rey convocó una reunión, donde decidieron que harían un sorteo entre la población, incluida la familia real, y le darían al dragón una persona cada día, para que se la comiese.
Desafortunadamente llegó el día en que le tocó a la hija del rey, y él, entre lágrimas dijo: "Perdonad a mi hija y, a cambio, os daré todo mi oro, y la mitad de mi reinado."
Pero el pueblo le negó, y cuando el dragón se disponía a abrir su gran boca para comerse de un bocado a la princesa, apareció, cabalgando sobre un caballo blanco y con su lanza y su escudo dorado el caballero Sant Jordi, para salvar a la princesa de entre las garras de aquella enorme bestia.
Sant Jordi alzó su larga lanza y de un golpe, hirió de muerte al dragón, con la lanza clavada en el centro del corazón.
De repente, de la sangre derramada del dragón brotó un rosal con unas rosas, el caballero Sant Jordi cogió una, se dirigió a la princesa y se la dió en señal de amor.
Es por eso que en el día de Sant Jordi los hombres regalan una rosa a la persona que más quieren, y las mujeres un libro, pues algunos creen que la princesa le escribió un poema de amor al caballero.
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